La princesa de Loveville.




Este cuento se trata de una princesa, pero no es cualquier princesa ¡No señor!, se trata de la princesa
del reino de Loveville.

¿Qué?, nunca habías oído hablar del reino de Loveville, debes estar bromeando, se encuentra cerca de
Hater town. ¿No?, bah, en fin, su ubicación no es el punto.

En el reino de Loveville existen múltiples y coloridas particularidades, entre ellas está el mercado donde
 todos los días las familias de Loveville van a comprar lo indispensable para sus vidas diarias, compran
un poco de cariño, unos cuantos kilos de besos, los abrazos también son importantes, un par de latas
de dulzura, entre tantas cosas más.

También está el parque de Loveville, donde cada fin de semana los pequeñines se suben a los árboles
de malvaviscos a jugar y...de paso a darles un mordisco. En el parque, sobresale el gran lago de chocolate
con las balsas de los enamorados navegando por doquier, en ella habitan patos multicolores y
atravesándolo se encuentra el puente de galleta por donde la gente suele pasar con sus paraguas de
papel.

Y el castillo, ¡Oh! el hermoso castillo donde habita la princesa, en la entrada destacan los guardias
protectores de su alteza, cuando entras notas el aire majestuoso de ver una escalera enorme que
pareciera llegar al cielo, pasillos llenos de pinturas y esculturas hasta donde alcanza la vista, y un
gran comedor con cabida para 500 gentes.

La habitación de la princesa se encuentra en el último piso, su tamaño debe exceder el total de muchas
de las casas que nosotros podamos conocer, y ella mira a través de la ventana todos los días, mira
a su pueblo gozar de la felicidad y dicha que su padre, El Rey de Loveville les ha proporcionado, pero
ella no está satisfecha, y la razón es muy simple, a solo unos cuantos kilómetros, desde aquél piso alto
del castillo se alcanza a ver Hater town. ese pueblo tan olvidado, tan triste, tan lleno de penurias y odio.

El pueblo de Hater town es una cosa radicalmente diferente a lo que es Loveville, diario se habla de
robos, peleas, discusiones, lágrimas, en fin, todo un sin fin de tragedias que ocurren en tal lugar. Esto a
la princesa entristece y lo único que puede hacer es llorar. Entonces, cuando sus lágrimas tocan el suelo
en Loveville comienza a llover, la gente comienza a refugiarse en sus hogares y pareciera, por el tiempo
que las lágrimas de la princesa continúen cayendo, que el pueblo fuera otro y se convirtiera en un pueblo
fantasma.

Un día no soportó más la angustia que veía en el pueblo vecino y tomó la decisión de cambiar la suerte de
sus pobres habitantes. Bajó por las grandes escaleras donde, por detrás, había una entrada secreta que
ella astutamente había descubierto un día mientras espiaba a su padre, bajó un libro de un estante y se
escuchó un pequeño ruido, detrás de la escalera se movió la pared, que dejó al descubierto la entrada
secreta.

Entró por los pasadisos, caminó y caminó hasta llegar a una gran sala, tenía un brillo azul hermoso,
parecía el recinto de algún hada o mago. en el centro, se encontraba una gran esfera que era la que
proporcionaba el brillo tan singular. Se trataba de la esfera de la dicha y la felicidad, gracias a ella el
reino de Loveville era el lugar más hermoso y feliz para vivir, y era el único que contaba con sus favores.

Esto a la princesa le causo conflicto, no sabía si dejar las cosas como están para que su pueblo fuera
feliz, aunque su pueblo vecino estuviera condenado a la desdicha por siempre. No le tomó más de 10
segundos tomar la decisión, y con sus manos, poco a poco fue partiendo a la mitad la gran esfera.

Le tomó 4 años terminar de partirla a la mitad y otros 2 llevarla hasta el pueblo de Hater town donde la
entregó al rey de aquél lugar quedando este, eternamente agradecido con la noble princesa.

Hecho esto, al regresar a Loveville las cosas eran diferentes, la gente estaba feliz a veces, triste otras
tantas, los colores de la ciudad habían pasado de vivos a neutros, el pueblo parecía estar bien, el lago
ya no era de chocolate, era de un agua tan pura como el corazón de la princesa, los árboles dejaron de
ser de malvavisco y ahora tenían frutas deliciosas que a todo el pueblo le gustaba ir a cortarlas para
luego comerlas.

Desde ese día el pueblo de Hater town ya no es triste, ambos reinos conviven en armonía y tienen un
equilibrio perfecto entre felicidad y tristeza, y a la princesa se le puede ver todas las tardes, asomada
desde la ventana de su habitación, observando como todo es mejor ahora que la felicidad está repartida
y no concentrada en un solo lugar.


FIN.

El Grillo y la Luna.







—¿Papá, por qué la noche es siempre tan oscura? — Insistía el pequeño grillito mientras le jalaba
las antenas a su papá.
—Porque en la noche no hay Sol. — Asintió papá grillo con aires de grandeza intelectual.
—Pero, ¿por qué no hay sol? debería de haber un Sol que iluminará las noches. — Se cuestionaba
el pequeño grillito.
— ¡No lo sé hijo, no hagas tantas preguntas! — Gritó su padre y fue la última pregunta al respecto que
escuchó en su vida.


Y así, pasaron los años, su padre cayó enfermo, el pobre grillito (que ahora era todo un grillo adulto)
le preguntó a todos sus amigos del bosque ¿qué podía hacer él para que su padre mejorará? Nadie supo
darle una respuesta satisfactoria, se limitaban a indicarle que no había nada que el pudiera hacer.
Pero nunca se rindió y acudió (pese a las advertencias de todos en el bosque) con el sabio de las
montañas. El temible, el ermitaño, el extraño ser que habitaba sólo desde que la tierra existe.

 
—Buenos días. —Dijo el grillo, más nadie contestaba.
—¡Buenos días! —Gritó con todos sus pulmones y un ruido se escuchó. El ruido provocó un eco que
resonaba espantosamente por toda la cueva. El grillo estaba paralizado, eso era muy terrorífico. Entonces
se vio una sombra, era una sombra enorme, cubría casi todo el lugar en una perpetua oscuridad, nuestro
pobre amiguito sólo podía temblar ante tal estampa, pero dijo con valentía, pero con voz muy bajita:
—No, a mí nadie me espanta. — Entonces la sombra se comenzó a hacer cada vez más pequeña, y por
el pasillo de la cueva se asomaron un par de antenitas, que a el grillo le parecieron muy familiares.
—Pero, ¡si es un grillo!— Dijo un poco más calmado.
—Claro que soy un grillo, ¿qué esperabas, a uno de esos osos descerebrados? ¡Ja! — Rió
sarcásticamente.
—Em, bueno... ¿Usted me podría ayudar?
—¿En que podría ayudar un viejo cacharro como yo?
—Usted es muy sabio, según cuentan en el bosque, y yo... pues... necesito ayuda.
—¿Qué es lo que te pasa?
—Bueno, mi padre está enfermo, y yo...
—¡¿Qué?! —Interrumpió rápidamente y fue a sacar un libro empolvado de su estante.
—¿De qué es ese lib...
—¡Shhhh! guarda silencio.
—Sí, pero...
—¡Shhhh, que te calles!—Y el sabio continuaba leyendo. Poco después de un rato cerró su libro y con
sus ojos muy abiertos dijo:
—¡Eres tú!
—¿Yo? ¿Yo qué? —Decía preocupado.
—¡Eres el elegido! —Gritaba con júbilo el anciano
—Pero... ¿el elegido para qué?
—El elegido para que hagas que la Luna salga de su largo sueño. —Y entonces le contó la historia
acerca de como el elegido, con ayuda de el violín ancestral, despertaría a la Luna de su largo
sueño, y le traería luz y felicidad a todos.
—¿Y eso como ayudará a mi padre? —Se preguntaba.
—Sí tú cumples con tu encomienda de levantar a la Luna todas las noches, yo te cumpliré un deseo.
—Acepto. —Dijo con toda seguridad.


...Y todas las noches, cuando ya todos los animalillos del bosque yacen dormidos,
el grillo le toca su pequeño violín a la Luna, y su padre lo escucha desde su ventana..

FIN.




Barquito de papel.



Hace no mucho tiempo, en un rio que cruzaba la ciudad, navegaba un barquito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, navegando a lo largo del canal,
pasaba por los desagües, por encima cruzaban los autos a gran velocidad.
Despertó un día, él no sabía dónde estaba, no sabía qué era ni de dónde venía.

—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se repetía el pobre barquito mientras se movía violentamente de
lado a lado.
—Esto debe ser un sueño, yo soy sólo soy una hojita de papel.— Y seguía navegando en
busca de las respuestas que tanto quería.
— ¡Ya sé!, le preguntaré a aquella rata que se asoma por la tubería.
—Hola amiga rata. —Dijo entusiasmado. Pero la rata asustada por el grito exclamado
por el barquito salió huyendo a través de los conductos sépticos.
—¡Oh!, debí acercarme con más cautela. —Se dijo el barquito mientras prosiguió con su viaje.

Estaba ya cerca de las afueras de la ciudad, el río poco a poco se veía
más limpio debido a la ausencia de fábricas y desechos de los hogares.
—Quizá por acá encuentre algún animalito que me pueda ayudar. —Decía el
barquito mientras navegaba oscilante.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrará con una amigable ardillita
a la que emocionado (Pero con más cautela que la vez anterior) se acercó a preguntarle.
—Hola amiga ardillita. Dijo calmada y amablemente el barquito.
—Hola. —Respondió con dulzura la ardillita.
—¿Me puedes ayudar?
—Claro que sí, dime ¿qué puedo hacer por  ti?
—¿Me podrías decir, qué soy yo? —La ardillita lo miró asombrado, en realidad
parecía que no tenía ni idea de lo que era.
—Pues, eres un barquito de papel. —Dijo la ardillita.
—¿Un barquito de papel? pero... yo hace poco era sólo una hojita.
¿Cómo pasé de ser  una hojita a ser un barco? —Dijo preocupadamente.
—¡Oh!, eso es muy sencillo. Basta con que alguien te haya tomado y,
con un poco de habilidad manual, transformara lo que tú eras antes en lo que ahora todos podemos ver.

El Barquito estaba impactado, le acababan de decir que su vida había sido transformada radicalmente.
Ayer era sólo una hojita de papel, en blanco, sin vida, sin nada. Hoy era una nave, que viajaba
a través de un río sin aparente destino fijo.

—Gracias amiga ardillita, me has sido de gran ayuda. —Estaba a punto de partir, pero antes de hacerlo agregó.
—¿No quisieras acompañarme en mi viaje? No me gustaría estar a la deriva tan solo.
—Claro que sí, me encantaría. —Contestó alegre la ardillita.

Y así, juntos comenzaron a viajar a lo largo del río, vieron montañas, pasaron por bosques.
Caminaban y se platicaban sus vidas, contaban chistes, estaban muy contentos los dos.

Un día llegó una tormenta, la marea comenzó a mover el río violentamente. el barquito se sacudió y sacudió a merced de los poderosos vientos.

—¡BARQUITO! —Gritaba desesperada la ardillita al perder de vista a su amigo. Pero barquito ya no podía escucharla, la corriente lo había arrastrado muy lejos y se había perdido de la vista de su amiga.


El Sol salió, estaba amaneciendo, el cielo estaba despejado, ya no había tormenta.
Barquito abrió los ojos. —¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se decía mientras yacía atorado entre una roca y una rama, ya fuera del río.
—¿Dónde está ardillita? ¿Qué fue de ella? —Preguntaba al mismo tiempo que trataba de ver la forma de regresar al agua, pero era inútil, no había forma de que se pudiera mover.

Pasó así un buen tiempo antes de que un niño lo encontrara...

Hace no mucho tiempo, en los cielos de una pequeña ciudad, volaba un avioncito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, volando tal como las aves lo hacen.
Un buen día se atoró en un árbol, donde encontró a una amigable ardillita.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Dijo el avioncito.
—Eres un barquito de papel amigo mío, que con un poco de habilidad manual ha sido transformado en un avioncito de papel y que con un poco de suerte ha regresado con su vieja amiga la ardillita.

FIN.