La Navidad de Leo.


Navidad; la fecha por la que los niños esperan todo un año, ansían que llegue la madrugada
del 25 de Diciembre, fecha en la que recibirán regalos, abrazos y además estarán con su familia. Quizá sea una fecha especial para todos los niños, pero no lo es para Leonardo, niño para el cual Navidad es sólo un día más de su triste vida.

Leonardo jamás ha recibido un regalo de Navidad porque sus padres desaparecieron cuando el era demasiado pequeño, tanto que ni siquiera los recuerda y desde entonces vive con su tío quien lo trata muy mal.

Entonces llega Navidad, mientras los demás niños de la colonia salen a jugar con sus regalos Leo se queda en casa a limpiar, cocinar, lavar, en fin, a hacer todos los deberes del hogar mientras su tío se sienta en su enorme sillón a ver los partidos de fútbol.

Cada noche Leo se asoma por la ventana y le pide a las estrellas le concedan un deseo, él sólo quiere ver de
nuevo a sus padres, no quiere juguetes ni ningún regalo, sólo pide poder abrazarlos y estar con ellos.

El día antes de Navidad el tío de Leo lo mandó al mercado por los ingredientes para la "Cena de Navidad" que tendrían, hígado encebollado, el platillo que más le disgustaba al pobre Leo. Era temprano cuando salió de casa, casi no había nadie en las calles y hacía mucho frío, más del normal. Para entrar al mercado hacía falta pasar un estrecho corredor que te llevaba al interior, ese día el corredor estaba lleno de neblina y casi no se podía ver nada, Leo lo atravesó con valentía y al llegar al otro lado ¡Oh sorpresa! no estaba en el mercado, estaba en un lugar lleno de color y de vida, había niños por doquier, criaturas increíbles como unicornios y duendes eran algo común en ese lugar, todo parecía un sueño, lleno de magia y felicidad.

Leo no sabía cómo había llegado a ese lugar pero se sentía tan a gusto ahí que no pensó en regresar.
—¿Para qué regresar? — Se decía, mientras le daba otro sorbo a su bebida servida en un vaso grande con una pequeña sombrillita.

En el tiempo que llevaba ahí no había hablado con nadie, tenía de cierto modo miedo de que le dijeran que no debía estar ahí y lo sacaran de tan bello sueño, pero era algo inevitable, se le acercó el que parecía el encargado del lugar, tenía puesta una corona de oro y piedras preciosas, traía puesto un manto color escarlata de una seda finísima hilado con hilos de oro, en sus manos traía anillos de zafiro, perla y rubí y en su mano derecha, un cetro tan largo que parecía tocar el cielo con su punta de diamante.

Leo estaba boquiabierto, jamás había visto vestimentas tan hermosas en su vida, uno de los lacayos del rey le ordenó a Leo hacerle una reverencia y este obedeció al segundo.

— ¿Qué te trae por aquí jovencito? — Le dijo el rey con su voz firme y majestuosa.
— En verdad no lo sé rey... — Rey McCormick. — Agregó mientras Leo trataba de aguantarse la risa.
— En verdad no lo sé rey McCormick... yo iba al mercado cuando de pronto vi mucha niebla y al salir simplemente llegué aquí y no sé por qué.

El rey lo miraba con ojos llenos de ternura, le ordenó a sus guardias retirarse y el se sentó al lado de Leo en una banca.

— Estás aquí porque es nochebuena y todo niño debería estar feliz porque mañana es navidad, pero contigo no fue así, entonces es cuando se abre el portal que te trae a este lugar lleno de felicidad. Mi nombre no es el rey McCormick, eso sólo es para asustar a los curiosos que llegan a este lugar sin merecerlo, mi verdadero nombre es Santa Claus.

Entonces un montón de destellos mágicos botaron por todos lados y envolvieron al rey, revelando después su verdadera identidad, le creció la barba, la corona desapareció y su fino traje se convirtió en el característico traje rojo de Santa.
Leo no lo podía creer, no conseguía articular palabra alguna, sólo balbuceaba, ¡ESTABA VIENDO A SANTA CLAUS!

— ¿Y qué, no me vas a pedir nada? — Dijo el regordete.
— ¿Puede ser lo que sea? — Dijo Leo con su corazón saliéndose del pecho.
— Mientras sea lo que más quiera tu corazón, claro que sí.
— Quiero volver a ver a mis papás.— Santa sonrío y después de algunos movimientos mágicos concluyó.
— Bien Leo, es hora de que vayas a casa, ya no tienes nada que hacer aquí.
Dicho esto, la neblina cubrió todo el lugar, las cosas iban desapareciendo frente a Leo y él se desmayó.

Al despertar se encontraba a medio mercado rodeado por todo una multitud histérica.
— ¡Despertó! — Gritó el carnicero mientras entre 2 hombres lo levantaban poco a poco.
— ¿Estás bien?
— Sí. — Dijo Leo desanimado al darse cuenta que todo había sido un sueño.

Regresó a casa cabizbajo, ni siquiera llevaba las cosas que su tío le había pedido, sabía que le aguardaba un tremendo castigo pero no le importaba, estaba demasiado deprimido.
Al entrar en la casa todo era diferente, estaba llena de adornos navideños y luces multicolor, de la cocina salía un delicioso aroma, olía a una cena navideña de verdad. Corrió hacía la sala y un hombre tomaba una taza de café mientras estaba cerca de la fogata.
— Hola hijo, ¿dónde habías estado?
Leo corrió a abrazarlo entre lágrimas mientras su mamá salía de la cocina y se unió al abrazo familiar.
Sonaron cascabeles y por la ventana se pudo ver el trineo de Santa Claus que partía a iniciar la repartición de todos los regalos, ya había entregado el primero.

FIN.

Estrellita fugaz.


Todas las noches en el cielo, cuando todo está sereno, cuando ya no se escucha el barullo de los
automóviles, ni los perros, ni los niños que juegan, apenas y se escucha el leve susurro del
viento, entonces es cuando las estrellitas se ponen a platicar. Platican de como les fue en el día
de lo guapo que es el señor Sol, algunas platican de la envidia que le tienen a la Luna por su belleza.


Hay una pequeña estrellita, es la más pequeñita de todas, cada noche está sola en un rincón de
la bóveda celeste, casi no le gusta platicar con nadie, trata de mantenerse lo más alejada de todas
las demás.

Un día una de las estrellas se le acerco para preguntarle el porque de su distanciamiento:

— ¿Por qué siempre estás tan solita pequeña? —Le preguntó.

— ¡Déjame en paz! ¿Qué no ves que no quiero hablar con nadie? — Contesto alterada la pequeña
estrellita y se alejó.

Así sucedió por unas cuantas semanas más, la estrella se acercaba para tratar de hablar con la estrellita
pero esta se negaba a querer hablar con alguien.

Pero después de mucho intentar la estrellita por fin accedió a hablar con ella:

— ¿Quieres hablar conmigo? ¿Quieres de verdad saber por qué estoy tan triste? Hace años yo era feliz
como todas ustedes, jugaba, platicaba. Pero un día vi como mi mamá cayó a la Tierra, yo no supe que
hacer, ni siquiera me pude despedir de ella, sólo se fue. Desde ese día vivo triste, sin ganas de seguir
aquí, sin ganas de hablar ni de hacer nada.

El silencio se hizo por unos momentos, la estrellita lloraba mientras la otra la veía con una tierna sonrisa en el
rostro.

— Puedes ir con tu mamá si quieres. —Le dijo tomándola por uno de sus picos.
— ¡¿De verdad?! ¡¿Cómo?!
— Basta con que lo desees, si lo deseas con tal fuerza que un humano pueda voltear a verte entonces caerás
e irás a donde está tu mamá.

Los ojos de la pequeña estrellita se iluminaron de tal forma que ella misma comenzó a brillar hasta ser la más brillante de todas, entonces en la Tierra un hombre enamorado volteó al cielo y la observó, entonces la pequeña estrellita se precipitó al suelo y el enamorado pidió un deseo.

La princesa de Loveville.




Este cuento se trata de una princesa, pero no es cualquier princesa ¡No señor!, se trata de la princesa
del reino de Loveville.

¿Qué?, nunca habías oído hablar del reino de Loveville, debes estar bromeando, se encuentra cerca de
Hater town. ¿No?, bah, en fin, su ubicación no es el punto.

En el reino de Loveville existen múltiples y coloridas particularidades, entre ellas está el mercado donde
 todos los días las familias de Loveville van a comprar lo indispensable para sus vidas diarias, compran
un poco de cariño, unos cuantos kilos de besos, los abrazos también son importantes, un par de latas
de dulzura, entre tantas cosas más.

También está el parque de Loveville, donde cada fin de semana los pequeñines se suben a los árboles
de malvaviscos a jugar y...de paso a darles un mordisco. En el parque, sobresale el gran lago de chocolate
con las balsas de los enamorados navegando por doquier, en ella habitan patos multicolores y
atravesándolo se encuentra el puente de galleta por donde la gente suele pasar con sus paraguas de
papel.

Y el castillo, ¡Oh! el hermoso castillo donde habita la princesa, en la entrada destacan los guardias
protectores de su alteza, cuando entras notas el aire majestuoso de ver una escalera enorme que
pareciera llegar al cielo, pasillos llenos de pinturas y esculturas hasta donde alcanza la vista, y un
gran comedor con cabida para 500 gentes.

La habitación de la princesa se encuentra en el último piso, su tamaño debe exceder el total de muchas
de las casas que nosotros podamos conocer, y ella mira a través de la ventana todos los días, mira
a su pueblo gozar de la felicidad y dicha que su padre, El Rey de Loveville les ha proporcionado, pero
ella no está satisfecha, y la razón es muy simple, a solo unos cuantos kilómetros, desde aquél piso alto
del castillo se alcanza a ver Hater town. ese pueblo tan olvidado, tan triste, tan lleno de penurias y odio.

El pueblo de Hater town es una cosa radicalmente diferente a lo que es Loveville, diario se habla de
robos, peleas, discusiones, lágrimas, en fin, todo un sin fin de tragedias que ocurren en tal lugar. Esto a
la princesa entristece y lo único que puede hacer es llorar. Entonces, cuando sus lágrimas tocan el suelo
en Loveville comienza a llover, la gente comienza a refugiarse en sus hogares y pareciera, por el tiempo
que las lágrimas de la princesa continúen cayendo, que el pueblo fuera otro y se convirtiera en un pueblo
fantasma.

Un día no soportó más la angustia que veía en el pueblo vecino y tomó la decisión de cambiar la suerte de
sus pobres habitantes. Bajó por las grandes escaleras donde, por detrás, había una entrada secreta que
ella astutamente había descubierto un día mientras espiaba a su padre, bajó un libro de un estante y se
escuchó un pequeño ruido, detrás de la escalera se movió la pared, que dejó al descubierto la entrada
secreta.

Entró por los pasadisos, caminó y caminó hasta llegar a una gran sala, tenía un brillo azul hermoso,
parecía el recinto de algún hada o mago. en el centro, se encontraba una gran esfera que era la que
proporcionaba el brillo tan singular. Se trataba de la esfera de la dicha y la felicidad, gracias a ella el
reino de Loveville era el lugar más hermoso y feliz para vivir, y era el único que contaba con sus favores.

Esto a la princesa le causo conflicto, no sabía si dejar las cosas como están para que su pueblo fuera
feliz, aunque su pueblo vecino estuviera condenado a la desdicha por siempre. No le tomó más de 10
segundos tomar la decisión, y con sus manos, poco a poco fue partiendo a la mitad la gran esfera.

Le tomó 4 años terminar de partirla a la mitad y otros 2 llevarla hasta el pueblo de Hater town donde la
entregó al rey de aquél lugar quedando este, eternamente agradecido con la noble princesa.

Hecho esto, al regresar a Loveville las cosas eran diferentes, la gente estaba feliz a veces, triste otras
tantas, los colores de la ciudad habían pasado de vivos a neutros, el pueblo parecía estar bien, el lago
ya no era de chocolate, era de un agua tan pura como el corazón de la princesa, los árboles dejaron de
ser de malvavisco y ahora tenían frutas deliciosas que a todo el pueblo le gustaba ir a cortarlas para
luego comerlas.

Desde ese día el pueblo de Hater town ya no es triste, ambos reinos conviven en armonía y tienen un
equilibrio perfecto entre felicidad y tristeza, y a la princesa se le puede ver todas las tardes, asomada
desde la ventana de su habitación, observando como todo es mejor ahora que la felicidad está repartida
y no concentrada en un solo lugar.


FIN.

El Grillo y la Luna.







—¿Papá, por qué la noche es siempre tan oscura? — Insistía el pequeño grillito mientras le jalaba
las antenas a su papá.
—Porque en la noche no hay Sol. — Asintió papá grillo con aires de grandeza intelectual.
—Pero, ¿por qué no hay sol? debería de haber un Sol que iluminará las noches. — Se cuestionaba
el pequeño grillito.
— ¡No lo sé hijo, no hagas tantas preguntas! — Gritó su padre y fue la última pregunta al respecto que
escuchó en su vida.


Y así, pasaron los años, su padre cayó enfermo, el pobre grillito (que ahora era todo un grillo adulto)
le preguntó a todos sus amigos del bosque ¿qué podía hacer él para que su padre mejorará? Nadie supo
darle una respuesta satisfactoria, se limitaban a indicarle que no había nada que el pudiera hacer.
Pero nunca se rindió y acudió (pese a las advertencias de todos en el bosque) con el sabio de las
montañas. El temible, el ermitaño, el extraño ser que habitaba sólo desde que la tierra existe.

 
—Buenos días. —Dijo el grillo, más nadie contestaba.
—¡Buenos días! —Gritó con todos sus pulmones y un ruido se escuchó. El ruido provocó un eco que
resonaba espantosamente por toda la cueva. El grillo estaba paralizado, eso era muy terrorífico. Entonces
se vio una sombra, era una sombra enorme, cubría casi todo el lugar en una perpetua oscuridad, nuestro
pobre amiguito sólo podía temblar ante tal estampa, pero dijo con valentía, pero con voz muy bajita:
—No, a mí nadie me espanta. — Entonces la sombra se comenzó a hacer cada vez más pequeña, y por
el pasillo de la cueva se asomaron un par de antenitas, que a el grillo le parecieron muy familiares.
—Pero, ¡si es un grillo!— Dijo un poco más calmado.
—Claro que soy un grillo, ¿qué esperabas, a uno de esos osos descerebrados? ¡Ja! — Rió
sarcásticamente.
—Em, bueno... ¿Usted me podría ayudar?
—¿En que podría ayudar un viejo cacharro como yo?
—Usted es muy sabio, según cuentan en el bosque, y yo... pues... necesito ayuda.
—¿Qué es lo que te pasa?
—Bueno, mi padre está enfermo, y yo...
—¡¿Qué?! —Interrumpió rápidamente y fue a sacar un libro empolvado de su estante.
—¿De qué es ese lib...
—¡Shhhh! guarda silencio.
—Sí, pero...
—¡Shhhh, que te calles!—Y el sabio continuaba leyendo. Poco después de un rato cerró su libro y con
sus ojos muy abiertos dijo:
—¡Eres tú!
—¿Yo? ¿Yo qué? —Decía preocupado.
—¡Eres el elegido! —Gritaba con júbilo el anciano
—Pero... ¿el elegido para qué?
—El elegido para que hagas que la Luna salga de su largo sueño. —Y entonces le contó la historia
acerca de como el elegido, con ayuda de el violín ancestral, despertaría a la Luna de su largo
sueño, y le traería luz y felicidad a todos.
—¿Y eso como ayudará a mi padre? —Se preguntaba.
—Sí tú cumples con tu encomienda de levantar a la Luna todas las noches, yo te cumpliré un deseo.
—Acepto. —Dijo con toda seguridad.


...Y todas las noches, cuando ya todos los animalillos del bosque yacen dormidos,
el grillo le toca su pequeño violín a la Luna, y su padre lo escucha desde su ventana..

FIN.




Barquito de papel.



Hace no mucho tiempo, en un rio que cruzaba la ciudad, navegaba un barquito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, navegando a lo largo del canal,
pasaba por los desagües, por encima cruzaban los autos a gran velocidad.
Despertó un día, él no sabía dónde estaba, no sabía qué era ni de dónde venía.

—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se repetía el pobre barquito mientras se movía violentamente de
lado a lado.
—Esto debe ser un sueño, yo soy sólo soy una hojita de papel.— Y seguía navegando en
busca de las respuestas que tanto quería.
— ¡Ya sé!, le preguntaré a aquella rata que se asoma por la tubería.
—Hola amiga rata. —Dijo entusiasmado. Pero la rata asustada por el grito exclamado
por el barquito salió huyendo a través de los conductos sépticos.
—¡Oh!, debí acercarme con más cautela. —Se dijo el barquito mientras prosiguió con su viaje.

Estaba ya cerca de las afueras de la ciudad, el río poco a poco se veía
más limpio debido a la ausencia de fábricas y desechos de los hogares.
—Quizá por acá encuentre algún animalito que me pueda ayudar. —Decía el
barquito mientras navegaba oscilante.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrará con una amigable ardillita
a la que emocionado (Pero con más cautela que la vez anterior) se acercó a preguntarle.
—Hola amiga ardillita. Dijo calmada y amablemente el barquito.
—Hola. —Respondió con dulzura la ardillita.
—¿Me puedes ayudar?
—Claro que sí, dime ¿qué puedo hacer por  ti?
—¿Me podrías decir, qué soy yo? —La ardillita lo miró asombrado, en realidad
parecía que no tenía ni idea de lo que era.
—Pues, eres un barquito de papel. —Dijo la ardillita.
—¿Un barquito de papel? pero... yo hace poco era sólo una hojita.
¿Cómo pasé de ser  una hojita a ser un barco? —Dijo preocupadamente.
—¡Oh!, eso es muy sencillo. Basta con que alguien te haya tomado y,
con un poco de habilidad manual, transformara lo que tú eras antes en lo que ahora todos podemos ver.

El Barquito estaba impactado, le acababan de decir que su vida había sido transformada radicalmente.
Ayer era sólo una hojita de papel, en blanco, sin vida, sin nada. Hoy era una nave, que viajaba
a través de un río sin aparente destino fijo.

—Gracias amiga ardillita, me has sido de gran ayuda. —Estaba a punto de partir, pero antes de hacerlo agregó.
—¿No quisieras acompañarme en mi viaje? No me gustaría estar a la deriva tan solo.
—Claro que sí, me encantaría. —Contestó alegre la ardillita.

Y así, juntos comenzaron a viajar a lo largo del río, vieron montañas, pasaron por bosques.
Caminaban y se platicaban sus vidas, contaban chistes, estaban muy contentos los dos.

Un día llegó una tormenta, la marea comenzó a mover el río violentamente. el barquito se sacudió y sacudió a merced de los poderosos vientos.

—¡BARQUITO! —Gritaba desesperada la ardillita al perder de vista a su amigo. Pero barquito ya no podía escucharla, la corriente lo había arrastrado muy lejos y se había perdido de la vista de su amiga.


El Sol salió, estaba amaneciendo, el cielo estaba despejado, ya no había tormenta.
Barquito abrió los ojos. —¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se decía mientras yacía atorado entre una roca y una rama, ya fuera del río.
—¿Dónde está ardillita? ¿Qué fue de ella? —Preguntaba al mismo tiempo que trataba de ver la forma de regresar al agua, pero era inútil, no había forma de que se pudiera mover.

Pasó así un buen tiempo antes de que un niño lo encontrara...

Hace no mucho tiempo, en los cielos de una pequeña ciudad, volaba un avioncito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, volando tal como las aves lo hacen.
Un buen día se atoró en un árbol, donde encontró a una amigable ardillita.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Dijo el avioncito.
—Eres un barquito de papel amigo mío, que con un poco de habilidad manual ha sido transformado en un avioncito de papel y que con un poco de suerte ha regresado con su vieja amiga la ardillita.

FIN.



"Escape Estelar" Parte 2.


Pasadas hora y media desde el choque con el asteroide están bastante cerca de llegar a un punto sin retorno, en el cuál la nave no resistirá el poder de Júpiter y cederá, para así acabar con el viaje de los sueños.
Totori está muy asustado y mira la foto de su familia, Pierre canta el himno de su amada Francia entre lágrimas, Tuki come desesperadamente como si fuera el último alimento que probará (Quizá lo sea). —Mejor morir con el estomago lleno.— Le dice a los demás con afán de animarlos un poco, Mike está en el baño y lleva ahí aproximadamente 40 minutos, nadie quiere interrumpirlo, no le gusta que lo vean llorar. Lorraine por su parte, se ha puesto a leer plácidamente en su camarote. Mientras tanto Jane, Rod, Paul y Serguey tratan de encontrar solución al problema y lograr salir de esa pesadilla.

Por la ventanilla de la nave se alcanza a ver la famosa "Mancha de Júpiter" que por años se ha dicho y comprobado que se trata de una tormenta. —¡Vengan a ver todos!— Gritó el capitán Michaels. Todos se asomaron y vieron como la tormenta parecía acelerarse y comenzar a devorar todo lo que se acercaba a ella. —¿Qué sucede? —¿Qué pasa? —¿Qué es eso? —Eran preguntas frecuentes entre los pasajeros, —Quizá la mancha también tiene mucha hambre. —Dijo Tuki con su siempre buen sentido del humor ante cualquier adversidad. De repente se podía apreciar un vórtice que se formaba en la macha, con colores desde el azul hasta el violeta. —Agujero de gusano. —Afirmó Jane. —¿Estás segura?, aún no se ha comprobado que esas cosas existan. —Es un agujero de gusano Rod, no me digas que ahora que por fin puedes ver uno no lo vas a creer. —Lo veo pero, ¿qué sucederá con nosotros? —No lo sé, nadie lo sabe, algunos afirman que pueden llevarnos a otra parte del espacio o del tiempo.— Mientras ellos seguían con su discusión sobre agujeros de gusano, tiempo y demás términos científicos, el resto quedaban boquiabiertos por la ventanilla mientras miraban rocas y más rocas caer dentro del misterioso portal.

La nave se comenzó a acelerar, se estaban acercando al agujero de gusano, de pronto todo se volvió extraño, los colores cambiantes, las formas de igual manera, no se podía reconocer objeto alguno, comenzaron a ver el vórtice en sus narices, vueltas y vueltas daba en espiral, como si se tratase de un objeto hipnotizador, de pronto todos perdieron la conciencia, y la nave desapareció en el portal que a su vez se cerró.
Continuara...

Sol de cristal. (Un sueño)


Subió por una escalera larga, ahí estaba él.Un anciano de mirada perdida con una cajita en sus manos. "Ten, esto es lo que querías" Dijo. Él tomo la caja y la abrió, era  el dispositivo más extraño que había visto, parecía una alarma de automóvil pero tenía incrustadas piedras preciosas y era de oro. "¿Sirve para lo que me dijiste?" Preguntó. El anciano asintió con la cabeza, pero luego retiró la mirada, como si supera que algo malo ocurriría.

El joven se retiró con su nueva adquisición, estaba dispuesto a presumirle a sus amigos, en el camino quiso intentar ver su funcionaba, sacó en aparato, lo apuntó al sol y presionó el botón. ¿El Sol había desaparecido? No, solamente era invisible a la vista pero seguía ahí, se podía saber porque no había anochecido, de nuevo presionó el botón y el Sol apareció en el lugar que siempre había tenido después de tantos millones de años.

Al fin llegó con sus amigos, estaba muy emocionado, "¡Vengan, les quiero mostrar algo!" Gritó entusiasmado. Una vez más, pero ahora frente a sus amigos presionó el botón. Pero, ¡¿qué sucede?! el Sol no desapareció como la vez anterior, esta vez se sacudía con violencia y se tornaba rojo carmesí. De pronto se calmó, hubo silencio, se torno azul, parecía de cristal. ¿Está creciendo? ¡NO, se está acercando! ¡¿Qué sucedió?! Presionaba y presionaba el botón y nada cambiaba, el fin parecía inevitable, estaba ya muy cerca, esto se acabó...

"Escape estelar" Parte 1

2 de Agosto del año 2289: La agencia de viajes "Tu sueño interestelar" esta organizando el primer viaje vacacional a través del Sistema Solar.

Se trata de un viaje a través de los planetas que componen nuestro sistema, desde los gélidos planetas exteriores, con sus exóticos anillos, hasta los candentes Mercurio y Venus.

Se tiene planeado llevar a 5 personas, una de cada continente, además de los 2 pilotos, el chef y los 2 policías voluntarios que estarán a cargo de la seguridad.

Se ha escogido a: Pierre Lamark de Francia, Totori Sushinaga de Japón, Tuskamunta (Prefiere que le digan Tuki) de República del Congo, Mike Collins de Australia y Lorraine Morrisey de Canadá.

Los pilotos: Jane Stewart y Rod Michaels
El Chef: Luigi Milano
Los de seguridad: Paul Lemman y Serguey Bulenkof

15 de Agosto: Es el gran día del despegue, las familias se despiden de sus seres queridos, el viaje será largo, está previsto para 9 meses. Los pilotos encienden los motores del "Odisea Tx" se preparan para despegar, inicia la cuenta regresiva... 9...8...7...6...5...4...3...2...1. Ignición, la nave acelera rápidamente, en estos tiempos las naves no son lo que solían ser siglos atrás, donde se necesitaba gran gasto de energía y mucho tiempo, en tan solo 40 segundos ya estaban fuera de la estratosfera, la tripulación estaba nerviosa, por fin una persona común podía salir del planeta en un viaje de placer.

A través de las ventanillas de la nave podían ver al planeta Tierra hacerse cada vez más pequeño, en tan solo 30 minutos estarían en su primera parada, el planeta Júpiter.

Todo estaba marchando de acuerdo a lo planeado, los científicos habían previsto un viaje cómodo sin ningún obstáculo, se acercaron cuidadosamente a la órbita de Júpiter, no debían acercarse demasiado o jamás saldrían de su campo gravitatorio, solo le darían una vuelta para observar, a una distancia óptima, la belleza de el planeta más grande del sistema y luego aterrizar sin mayor problema en una de sus lunas.

Estaban a punto de acercarse a la órbita cuando comenzaron a sonar varios dispositivos de la nave, mientras se encendian varias luces de forma alarmada. —¡ALERTA! ¡ALERTA!— decía sin cesar la voz computarizada. —¡¿Qué pasa?!— Gritaba Tuki aterrorizado. —Al parecer entramos en un campo de asteroides. —Dijo el capitán Michaels. Los pilotos trataron de evitarlo, pero era ineludible, ahora debían tratar de esquvar los asteroides si no querían salir lastimados. —Ese estuvo cerca.—Dijo un poco aliviada Jane. —¡¿Qué fue eso?! —Se escuchó como si nos hubiéramos golpeado con algo. En efecto, un asteroide había golpeado el estabilizador de la nave, estaba inservible.

El golpe había desviado la trayectoria de la nave, habían entrado el la órbita de Júpiter, y no había forma de salir de ella. Poco a poco iban cayendo, parecía que no tenían esperanza, caerían al planeta, donde la presión y la gravedad acabarían con ellos.
Continuara...

"Buscando sin buscar" Parte 6


...Teodoro levantó la cabeza, era el hombre que todos los días lanzaba una moneda al lago, ahora que le veía de cerca se daba cuenta que había algo familiar en el, "Soy tu padre y siempre estoy aquí para cuidarte" le dijo aquel hombre, Teodoro respondió de inmediato, "De algún modo siempre lo supe, pero, ¿estás vivo?", "No hijo, no lo estoy, pero siempre contaras conmigo cuando lo necesites" extendió su mano a su bolsillo sacando un sobre, "Creo que esto te pertenece, ¿Por qué la arrojaste? esa chica te la escribió con todo su corazón, lo último que podrías hacer por ella es leer la carta que te escribió, ¿No crees?" , Teodoro solo asintió con la cabeza, su padre le acaricio el cabello, le beso su mejilla y se fue.

La lluvia cesó y el sol salió, Teodoro se fue a sentar a la banca que alguna vez compartió con Jennifer, abrió el sobre y comenzó a leer la carta:
"Teodoro, mi Teddy:
Te escribo estas líneas para decirte que, desde el primer momento que vi a aquel chico sentado en aquella banca, supe que era alguien que cambiaria mi vida por completo, y así fue, cada mirada tan profunda, cada sensación, me acercaba más a ti.
Sabes, algo me hizo muy feliz fue el poder tenerte a mi lado, el apoyarte, el amarte, quiero decirte que eres lo mejor que me ha sucedido nunca creí sentirme tan feliz, tan viva.
Quiero agradecerte por estar conmigo en los buenos y malos momentos, simplemente por hacerme sentir la mujer más feliz del universo. Yo se que a tu lado todo fue paz, tranquilidad, felicidad.
Lamento que esto tenga que terminar, no quisiera que fuera así, pero quiero que sepas que mi alma, mi corazón siempre estaran ahí, contigo, cada que te sientes en nuestra banca a dibujar, cada que camines y disfrutes de pisar las hojas de los arboles, cada que mires al cielo las nubes, ahí estaré contigo, porque lo nuestro fue, es y será para siempre.
Te amo"


Teodoro estaba llorando, temblaban sus manos mientras sostenía la carta, la extrañaba, pero al leer esto su sonrisa volvió, quiso agradecerle a su padre, pero el ya no estaba ahí, guardo la carta en el sobre, la puso en el bolsillo de su camisa, justo junto con su corazón.

Teodoro es un joven que pasa todos los días por el mismo lugar, siempre la misma ruta, siempre el mismo autobús. Todos los días después de ir al colegio, se sienta en la misma banca del parque, aquella que está lo más alejado del barullo de los niños que juegan. Teodoro dibuja todos los días, le gusta dibujar los paisajes del parque, los árboles, le gusta dibujar a la gente que ve pasar, dibujar a su padre que suele lanzar una moneda al lago, y a ella, a esa chica que lo hizo suspirar, ella le sonríe todos los días, Teodoro solo la mira y recuerda los bellos momentos que vivió a su lado.

FIN.

Está fue la historia de Teodoro, quizás es mía, suya o de cualquier persona, espero haya sido de su agrado.
GRACIAS.

"Buscando sin buscar" Parte 5

... Después de divagar y darle muchas vueltas a el tema, Jennifer dijo algo que dejo a Teodoro inmóvil, "Estoy enferma Teodoro" dijo con palabras entrecortadas, Hace 8 meses, en aquellos días cuando extrañamente Jennifer se había ausentado del parque, recibió la noticia, tenia una extraña enfermedad que no tenía cura, los doctores le habían pronosticado 1 año de vida, ahora solo le quedaban 2 meses.

Los ojos de Jennifer y los de Teodoro se llenaron de lagrimas, se abrazaron, estuvieron abrazados por varios minutos, ambos lloraban, Teodoro no podía o más bien no quería creerlo. eran tan felices juntos, "¿Por qué la vida tiene que ser tan injusta?" se repetía en sus pensamientos.

Pasaron 4 meses hasta que Jennifer se puso grave, en esos 4 meses Teodoro trató de hacer de la vida de Jennifer la más maravillosa que puede existir, pero ahora Jennifer está postrada en una cama, su estado empeora a cada momento, pero Teodoro está ahí todo el tiempo con ella, todos los días se queda tomándola de la mano, ella le confesó que gracias a el tuvo la vida más feliz que pudo haber imaginado. Su vida está a punto de expirar, ella lo sabe, así que lentamente sacó un sobre de debajo de su sabana, puso el sobre en la mano de Teodoro y con su último aliento suspiro, "Te amo", comenzaron a sonar los aparatos del hospital, enfermeras y doctores entraban a donde estaban ellos, Teodoro veía todo esto en cámara lenta, una enfermera lo saco pronto de ahí, pasaron un par de minutos, el doctor salio cabizbajo, los oídos de Teodoro parecían tapados, no lograba escuchar nada solo veía la boca del doctor moverse de un lado a otro, volteó a ver a la madre de Jennifer, ella estaba llorando terrible, se sintió desmayar, apretaba con fuerzas sus puños, salio corriendo, no podía aguantar más tiempo en ese lugar, corrió hacía el único sitio que podía correr, iba rumbo al parque.

Al fin llegó, primero se dirigió hacía la banca de Jennifer, tan solitaria como siempre, acarició cada parte de está banca, recordando los días con ella, comenzó a llover, el fue lentamente a su banca, se soltó a llorar, pasaron así varías horas sin que Teodoro pudiera dejar de llorar, recordó la carta de Jennifer abrió su puño, extrañamente la carta no tenía un solo rasguño ni estaba mojada, el no la quería leer, estaba muy triste, confundido, se dirigió rápidamente a el lago, y con una lágrima en su  rostro la arrojó, quedo de rodillas en el mojado puente, lloraba como jamás en su vida había llorado, sintió una mano en su hombro y una voz varonil le dijo con cariño, "Levántate, hijo"...

Continuara...

"Buscando sin buscar" Parte 4


... Lo tomo de las manos, sus ojos brillaban, como ya hacía mucho tiempo no lo habían hecho, cerró sus ojos, Teodoro hizo lo mismo, se acercaban lentamente, parecía un sueño, Jennifer abrió sus ojos repentina y bruscamente, se alejó de Teodoro, negó la escena con su cabeza, como si quisiera olvidar lo que estuvo a punto de hacer, le dio un beso en la mejilla a Teodoro, como lo hizo aquella noche cuando la fue a dejar a su casa, y partió del parque.

Teodoro estaba congelado, el día estaba soleado, pero el sentía un escalofrió terrible que le recorría todo el cuerpo, "¿Qué habré hecho mal?" se decía, mientras seguía sentado en aquella banca. Salió del parque, iba rumbo a su casa cabizbajo, cuando llegó, su madre noto de inmediato que algo no estaba bien, le pregunto si le pasaba algo, Teodoro no respondió y se alejó rumbo a su cuarto, a su solitario cuarto. Teodoro no tiene padre, el falleció cuando apenas tenía 4 años.

Al día siguiente Teodoro fue a su banca, Jennifer no estaba en la suya, bajo la cabeza, pasaron unos minutos, sintió una presencia, era ella, se había ido a sentar a su lado, le pidió disculpas por no haberse despedido el día anterior, Teodoro acepto las disculpas, estaba a muy feliz de verla, se levantaron y caminaron por el parque, Jennifer lo tomo por el brazo repentinamente, Teodoro se sentía muy feliz, fueron a tomar un helado, a pasear por el parque, admiraban las flores, los árboles, en fin, todo el lugar.

Pasaron así 7 meses, eran una pareja muy feliz, aunque siempre en los ojos de Jennifer se notaba cierta tristeza, como la de aquel día en el que lloraba desconsoladamente, por fin después de mucho tiempo Teodoro le preguntó si algo tenía, Jennifer no quería contestar, pero veía en los ojos de Teodoro sus buenas intenciones, lo quería mucho, no quería mentirle y mucho menos herirlo, tenía que decirle que le sucedía, no podía ocultarlo más, así que se dispuso a contarle lo que le que le pasaba, si, eso que había hecho que llorara aquella noche, lo que la hizo alejarse de el en esa tarde cuando todo parecía mejorar, era tiempo de decírselo, se detuvieron, le dijo que era mejor que tomaran asiento, fueron a la banca de Jennifer, se sentaron, ambos respiraron profundamente, el nerviosismo se apoderaba del ambiente, había mucha tensión, se tomaron de las manos, se vieron fijamente, Jennifer iba a articular las primeras palabras...

Continuara ...

"Buscando sin buscar" Parte 3

Platicaron por horas, la lluvia cesó, Teodoro le contó sobre sus dibujos y sobre el tiempo que le dedicaba a aquella banca, claro que no le contó sobre que también la dibujaba a ella, que la había estado esperando por muchos días y lo preocupado que estaba por ella, no se lo dijo porque Teodoro es un chico tímido.

Casi oscurecía, Jennifer le dijo a Teodoro que se tenía que ir, Teodoro se ofreció a acompañarla hasta la puerta de su casa, Jennifer acepto gustosa. Salieron del parque, seguían platicando, Jennifer también estudiaba, estaba en 6° semestre de la carrera de Letras españolas, mientras que Teodoro estudiaba Arquitectura.

Caminaron despacio, como si no quisieran llegar, se sentaron a esperar el autobús, pasaron 3 de los autobuses que llevaban a la casa de Jennifer, pero ellos aún no querían irse, continuaban su charla, finalmente en el 4° autobús llegó la hora. Se subieron, se sentaron en la parte de atrás, ya había oscurecido por completo, era una noche fría pero el cielo estaba despejado, se podían apreciar perfectamente las estrellas, los dos observaban por la ventanilla aquel espectáculo que el cosmos les regalaba.

Llegaron a su destino, caminaron despacio hasta la entrada de su casa, se despidieron, Jennifer se inclino y le dio un beso en la mejilla, posteriormente lo abrazó. Teodoro estaba estático, no podía articular palabra alguna, estaba ruborizado, Jennifer entro a su casa, Teodoro emprendió el viaje a la suya. Caminaba en la noche, por las largas avenidas, no pensaba en nada, estaba en trance, una sonrisa  marcaba totalmente su rostro, llegó a casa y durmió como hace ya mucho tiempo no lo hacía.

Amaneció, Teodoro fue a la escuela impaciente, de nuevo veía el reloj esperando la hora de salida, está vez estaba nervioso y emocionado, ya no era como aquella vez en la que la preocupación lo embargaba, aquella ocasión en la que casi es arrollado por el autobús que lo lleva diariamente a su casa, dio la hora de salida, salio a toda prisa hacía aquel parque, está vez no se dirigía a su banca de siempre, está vez iba a el otro lado del puente, ahí donde ella solía estar, cruzó el dichoso puente y ahí estaba, ella de inmediato sonrió al verle, se sentó a su lado, le dio una rosa que había cortado en el parque, ella se sonrojo, la tomo, cerro sus ojos, sintió su textura lentamente sobre su mejilla, después la olió, la dejo sobre su regazo, lo vio a los ojos...

Continuara...

"Buscando sin buscar" Parte 2


Teodoro desilusionado por la creencia de que jamás la vería de nuevo, camino a su banca como todos los días, mientras iba en camino pisaba las hojas secas que habían caído de los arboles a causa del viento, ya no llevaba su cuaderno en el que tantos dibujos había plasmado, su cabello iba muy desordenado, tenia ojeras a causa de los desvelos, el día era gris, un día muy gris.

Se sentó indiferente en aquella banca sin levantar la vista, solo quería llorar, pasaron escasos minutos cuando le cayó una gota en su mano, esto provoco que levantara la vista y para su sorpresa ahí estaba ella, ahí estaba del otro lado del pequeño lago sentada en su banca, al principio se le dibujó una sonrisa en su rostro que en  escasos segundos se desapareció, no era ella misma, no era aquella joven del cabello lacio y sedoso, la de los ojos bellos, la de la belleza que resaltaba con el sol, había algo diferente, sus ojos estaban tristes, no tenía su sonrisa de siempre, sus ojos bellos tenían lagrimas, lloraba, lloraba desconsoladamente.

Al ver esta estampa desgarradora Teodoro se dispuso a ir con ella, tenía el cabello desordenado, ojeras a causa de las desveladas, pero no le importo se levantó de aquella banca a la que iba siempre y fue. Cruzó el puente que pasaba por encima del pequeño lago, aquel puente en el que un señor siempre va a lanzar una moneda, quizás para pedir un deseo, lo cruzó y al fin llegó donde la joven yacía llorando.

El solo se quedo parado frente a su banca, la tormenta se desató, la joven no había notado su presencia, el levemente le toco el hombro, bruscamente ella volteo, al principio desconcertada pero después reconoció que era aquel joven, si aquel que se sentaba siempre en la misma banca y que dibujaba los paisajes del parque y a la gente, Teodoro pensó en que decirle tenía su mente en blanco, "Hola" alcanzó a decir con voz suave, "Hola" respondió ella amablemente, "¿Te puedo ayudar en algo?" hubo un breve silencio, "No gracias estoy bien" ella bajó la cabeza, Teodoro no alcanzaba a procesar que debía decir, era un joven tímido, se sentó junto a ella, ella se volteo para secar sus lagrimas y después lo vio a los ojos. 
-Entiendo que quizás no me tengas confianza. ¿Porque no comenzamos por conocernos? Hola me llamo Teodoro. -Yo me llamo Jennifer.

Se extendieron la mano, Jennifer le dio una leve sonrisa, dentro de ella seguía triste pero la sonrisa que le brindó a Teodoro era la más sincera que podía existir, se podía leer en sus ojos, en esos bellos ojos que Teodoro dibujaba todos los días.

Continuara...